"La estadística es la ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno"

martes, 5 de enero de 2010

diva__gando. Julio de 2006

2/07/06 Despertó enredada en las sábanas frías, húmedas por una ventana olvidadiza abierta de par en par. Aún no había sonado el despertador pero se levantó dispuesta a comerse el mundo, ese mundo que ayer no quiso y que su madre guardó diciéndole: “si no te lo comes hoy, lo meriendas. Si en la merienda tampoco, entonces en la cena”. Al final se le había quedado para el desayuno de 22 años después.
Lo bueno que tiene el mundo es que no tiene fecha de caducidad, y más aún cuando espera guardado metido en un tupper en el congelador. Así que lo abrió con cuidado para no mezclar el pasado con el presente y para que el futuro no quedara a la vista, pues no quería saber qué le esperaba. Tenía hambre de mundo. Gula de mundo. Ganas de saciarse.
Se lo sirvió en un plato, junto con el zumo de naranja y el café, y se lo comió bocado a bocado. “Pues tampoco está tal mal”, pensó, “no sé porque he tardado tanto en decidirme”. Tenía una mezcla extraña de sabores: dulce y amargo a la vez, con algo de salado en el final de cada bocado, y dependiendo de donde hundiera la cuchara, la textura podía ser más o menos agradable.
Terminó con lo que ya era pasado y empezó con el presente. Al principio sabía a miedo, a duda, pero de repente se tornó esperanza y entusiasmo. Cuando quiso darse cuenta sólo quedaba el futuro en el fondo del plato. “El futuro es para mañana”, se dijo, “hoy quiero quedarme con el regustillo del sabor del último bocado que he dado”.

Y así, cada mañana se levantaba y se servía en la cocina, el futuro que ya era presente, para estar al día y vivir lo que le tocaba.

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